domingo, 18 de septiembre de 2011

Cuanto puede enseñarte un helado

Termina mi contrato, ¡qué lástima!, con lo que me gustaba mi trabajo. ¿Quién no echaría de menos pasar cinco días a la semana, cinco horas diarias de pie, sin hacer nada, en un cubículo de 2 metros? Hablo con un poco de ironía, pero bueno, lo cierto es que, si estas atento, cualquier situación de tu vida, incluso estar en una heladería que puede pasar 5 horas sin vender un sólo helado, puede enseñarte algo.

Yo he aprendido que las apariencias siempre engañan, como dice mi admirado rapsoda Frank-T, "las apariencias aparecen cuando hay mucha mierda escondida". Las personas más pudientes, son en muchas ocasiones, las más desagradables. La gente cree que, por que seas tú la que este al otro lado del mostrador, les debes algo, aunque estas ahí para su entera disposición.

Aunque si observas con atención... en fin, cinco horas de pie, mirando a tu alrededor en un centro comercial... puede dar mucho de sí. Puedes llegar a comprender el comportamiento de las personas en función a su educación, clase, condición y país. Y, curiosamente, los españoles somos los más estúpidos. A menor cultura, más exigencia, menos cordura, más voces y menos educación.

Me explicaré, mi puestecito está situado en la planta baja de una gran cadena de venta al público, en el primer sótano de parquin. Si aparcas ahí, según entras, ves unas escaleras que bajan desde el piso superior, y otras que llevan al inferior, pero justo al lado de la puerta hay un pasillo con una preciosa flecha azul que conduce a la subida. Por algún motivo todo el mundo se dirige a las de bajada, los españoles preguntan a la pobre heladera, unas veinte veces diarias, que por dónde se sube, la mayor parte de las veces lo preguntan enfadados, como si yo les hubiese tendido una emboscada y el parking no condujese a ninguna parte. Una mujer llegó a preguntarme que si para subir debía bajar por la escalera de mi lado… Evidentemente en este tipo de puestos has de ser muy correcta, pero no me negareis que ante comentarios de este calibre entran ganas de soltar alguna ironía… Tengo el defecto de decir siempre lo que pienso, sea o no oportuno, este trabajo me ha enseñado a cerrar la boca, y en días de brillantez mental, a hacer ver a los clientes que son gilipollas, aún sin decir yo ninguna incorrección, pero esto es difícil y arriesgado, no lo prueben en sus casas…

En fin, volviendo al asunto, la mayor parte de los españoles son unos quejicas impertinentes que creen que el mundo ha de estar a su servicio, y que en lugar de intentar ver las cosas por sí mismos, exigen a los demás que les solucionen sus problemas. Esto es verídico, y cualquiera que trabaje en una empresa similar a esta, o en la hostelería, sabrá reconocerlo, y no solo por la historieta de las escaleras. Mirad, para pagar el parquin hay unos cajeros que sabría utilizar un mono, pero que, a prueba de tontos, te explican en dos frases su funcionamiento, por si a algún lumbreras le surgen dudas. Bueno, pues ni leen, ni se acercan, ni intentan hacerlo, no, exigen a voces y enfadados, que tú, pobre heladera mal situada, que no tienes por qué saber cómo funcionan, pero que lo sabes porque eres más lista que un mono, les soluciones la papeleta. Otra cosa divertida es cuando me piden cambio, como no estoy autorizada a darlo les envío a un departamento que está a unos 3 o 4 pasos de mi puesto. Los clientes se indignan, enfadan y protestan, ¡la mayoría acaba comprándose un helado para que les de cambio!

La cuestión es que el ser humano no es tan tonto, y he llegado a esta conclusión porque estos comportamientos son solo típicos de españoles. Los chinos miran, leen y proceden, si te piden cambio les explicas a dónde han de ir y te dan las gracias, los portugueses se parecen más a nosotros pero no preguntan tanto y no son mal educados. Los ingleses y demás hacen igual que los chinos y siempre son correctos. Evidentemente también hay gente española educada y agradable, pero cuando los encuentras te llevas una sorpresa, porque lo cierto es que son minoritarios.

He aprendido a valorar algo, que siempre he estimado, pero que ahora lo aprecio más que nunca, y es la educación, el decir: “hola, buenos días, deseo esto”, civismo, simplemente. Mucha gente habla como cabras, a veces pienso que creen que soy un genio mágico de los deseos, odio a los que llegan y dicen: “de chocolate”, y yo quiero decirles: “¿y a mí que me cuentas?”, pero no… has de responder: “¿qué desea señor, barquillo, tarrina? ¿De qué tamaño? El “por favor” y las “gracias”, cada día se oyen menos, pero están en el léxico por un motivo.

Otra historia son los padres consentidores y los engendros impertinentes que surgen de ellos. Me he acostumbrado a ver niños que contestan a sus padres, les faltan al respeto y consiguen de ellos lo que quieren. A más de uno le ponía la cara del revés… También he visto a adultos negarles un helado a sus padres, que dieron todo por ellos, lo cual me parece indignante, y a niños formar escándalos sin recibir un reproche.

Esta es la gente de nuestro país, pero no todo es malo, también buenas personas, a las que te alegras de conocer. Nunca olvidare a una abuelita q solía invitar a sus nietas gemelas a un helado, ambas eran muy dulces, o a una señora mayor súper agradable que me recordaba a mi abuela. Un señor que aseguraba que el helado era su droga, y que me confesó que sus favoritos eran los de la competencia, un empresario portugués que quiso darme conversación una tarde, y que me resulto de lo más interesante, una joven madre de pelo rizado y sonrisa constante q compraba helado para su niño operado de amígdalas, o a un padre de familia que sólo por verme explicar a una compañera nueva cómo funcionaban las cosas, me entabló una conversación y me dijo q me habían contratado por lo buena persona que era. Pero sobretodo, no podré olvidar a un hombre al que, en mis primeros días, di 5 euros de mas en el cambio, y volvió para dármelo, aquello me impactó por que otro se lo hubiese quedado.

Sí, hay personas de las que no me voy a olvidar, aunque tampoco olvidaré los días en que no se vendió nada, la angustia y la impotencia de tener que pasar hora tras hora, el tiempo muerto, de pie, y sin poder hacer nada. A la gente impertinente, que me ha hecho averiguar que no quiero trabajar de cara al público de por vida, ni por todo el oro del mundo.

Creo que en cierto modo, este trabajo tan humilde, me ha hecho valorar todo mucho más de lo que ya lo hacía antes. La educación, el respeto, los valores… deberían ser los cimientos de la civilización, pero no. No debería tener que sorprenderme por ver a un padre reñir a su hijo o obligándole a dar las gracias a la chica que le sirve el helado, esto debería ser lo cotidiano, y no lo es. Así están las cosas.

Me quedo con lo aprendido, con las personas agradables con las que me he cruzado, y con mis acentuadas ganas de estudiar periodismo para informar al mundo de lo que acontece, y, sobretodo, no tener que aguantar a clientes mal educados nunca más.

3 comentarios:

  1. jajaja es bastante bueno y bastante realista, la verdad! trabajando en una agencia de viajes también se aprenden muchas cosas jajaja

    ardelfrio.blogspot.com

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    1. lo de k la mayoría de los españoles son como comentas no es verdad. Tienes que tener en cuenta que el sitio donde trabajabas vende cosas caras y suele ir gente mas gilipollas de lo normal.. si fueras cajera de LIDL no te pasaría lo mismo. la gente no te trataría con ese aire de grandeza.

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